Entonces, ¿Tú eres Rey?
Quizás, el tiempo y la cultura se han encargado de minimizar el concepto de rey alejándonos de nuestras vidas. Aunque en España existe una monarquía, está supeditada al quehacer político de turno.
En el diccionario de la RAE se nos presenta el significado del término rey como la persona, animal o cosa que por su excelencia sobresalen entre los demás de su clase o especie.
No vamos a detallar las virtudes y heroicidades de ningún monarca. Sólo en el significado que el término presenta. Y para ello, he de fijarme en la palabra excelencia, que el mismo diccionario le da esta significación:Superior calidad o bondad que hace digno de singular aprecio y estimación algo.
Jesús gozaba del aprecio de sus congéneres. Los que le seguían veían que la mano de Dios estaba sobre él. Se mostró como un hombre del cielo, lleno de bondad, que se hizo digno de un singular aprecio por cuanto llevó un nuevo reino de Dios entre los hombres. El nombre de Dios se hizo nuevo con sus palabras. La presencia de Dios se hizo novedad para el pueblo de Israel. Atrás quedaron los reyes guerrerops defensores de la identidad y la seguridad de Israel. Ahora, el nuevo rey, Jesús el Nazareno, es el rey que reúne a a todos los pueblos en uno, ofreciendo la heredad de Dios, su amor, su ternura, su reino de fraternidad, perdón y paz.
Siempre que miramos a alguien con la dignidad de un rey, nos preguntamos por su poder basado en la fuerza y en las riquezas. En Jesús no sucede igual. El reinado de Jesús se identificará por la misión del siervo de Yahvé: «al abatido una palabra de aliento» (Isaías 50, 4-9). Es un reinado donde la justicia y la paz se besan (Sal 85, 10), donde las espadas se transforman en arados (Is. 2, 4-7). Esa justicia y esa paz vienen del cielo, de lo alto, es la expresión más acorde con Dios y su reino. Por eso, su reino no es de este mundo. No hay nada en él que pueda comparse a su amor, a su entrega, a su oblación. Su reino vive de la lealtad divina, de su aliento, de la esperanza de los pueblos castigados por las guerras suicidas y fraticidas.
Sí, su reino no es de este mundo, no puede ser de este mundo. El amor se presenta en Jesús como la relación más auténtica y veraz que pueda darse con Dios. Este mundo manipula al hombre y manipula la imagen de Dios. Por eso, ha de darse un acotecimiento que no pueda ser asido por la mano del hombre.
Sí, tú lo has dicho Pilato, Jesús es rey. Pero tu poder basado en el miedo y la ocupación no son nada con respecto al amor que Jesús brinda a su pueblo. El Dios que salva, el Dios que libera, el Dios que ama, el Dios que nos emcumbra y nos eleva a su divinidad para poder participar en su vida y en su morada.
Fr. Alexis González de León, o.p.