AL CREER SE ALCANZA LA JUSTICIA

30.11.2024







Celebramos hoy la fiesta de San Andrés. En mi tierra, en la zona alta de Candelaria, en el barrio de Cuevecitas, acostumbran a sacar los  vinos nuevos elaborados en el año. San Adrrés es el titular de su parroquia.

Por eso, no está demás acercar nuestra mirada a las lecturas que se proclamarán en la fiesta de hoy. Entre ellas encontramos la carta de San Pablo a los Romanos 10, 9-18 que recoge la siguiente afirmación: «con el corazón se cree para alcanzar la justicia, con los labios se profesa para alcanzar la salvación».

Aqui la justicia hay que entenderla como la bondad que Dios nos dispensa en esta vida por medio de Jesús de Nazaret y su palabra salvadora. Continúa la reflexión de Pablo diciendo: «todo el que crea e invoque el nombre del Señor, será salvo». En Jesús, ya no hay distinciones entre esclavos o libres, entre judíos o paganos, entre buenos y malos. Todos seremos uno en Cristo. Él es el criterio de unidad, el brazo que reúne en un solo pueblo todo lo disperso. Lo disperso en su totalidad, cuando se habla de la dispersión del mundo, también se refiere a la dispersión personal, aquella que nos mantiene fuera de la fe y del amor en Cristo Jesús.

¿Pero cómo se salvarán aquellos que no han creído? se pregunta Pablo; y él mismo contesta: hay un mensaje que hay que anunciar. Se necesitan predicadores del Evangelio. La fe del mensaje nace del mensaje que se escucha y la escucha viene a través de la palabra de Cristo. A toda la tierra alcanza su pregón, hasta los confines del orbe sus palabras (Salmo 18).

En la plegaria Eucarística IV, hay una frase que siempre me ha hecho pensar. Se refiere al memento de difuntos. En ella se dice: «Acuérdate de nuestros hermanos difuntos, cuya fe sólo tú conociste». La traigo a colación de la pregunta de Pablo: ¿Que sucede si has escuchado el mensaje y no has querido por libertad confesar la fe en Cristo? Quizás, de manera rápida e inconsciente contestemos alguna idea lógica: se condenarán. Sin embargo, esta afirmación de la plegaria eucarística IV deja abierta la cuestión. Y lo hace en función del misterio del hombre. ¿Quien nos asegura que en su fuero interno y en su libertad el ser humano no haya escuchado el mensaje y creído en él sin dar explicaciones a nadie? 

Ese «Cuya fe sólo tú conociste» deja paso al lugar más íntimo del hombre donde se dan las experiencias más profundas de la fe. A pesar de estar llamados a dar testimonio de nuestra fe, de profesar con nuestros labios y de manera pública nuestra fe en Cristo, no se puede negar el lugar íntimo donde Dios reside y establece su morada, el corazón del hombre, donde se alcanza toda justicia y bondad divina. Algo que no podemos juzgar a la ligera. La llamada a la fe es universal, Así como lo es la llamada a realizar nuestra vocación. El asentimiento libre también lo es. Hay vida creyente en el interior del hombre, aunque éste no lo manifieste.


Fr. Alexis González de León, o.p.