ALÉGRATE CONMIGO. PORQUE LO HE ENCONTRADO
¡ALÉGRATE CONMIGO!
En ocasiones se nos olvida compartir la alegría por haber hallado a un amigo. Por vivenciar de manera más profunda el encuentro con los otros. Callamos y consentimos a fuerza de costumbre la presencia del otro empequeñeciéndolo ante los demás como si nos convirtiéramos en su sombra. A veces la alegría corre en tiempos de penumbras. Es necesario alegrarse por encontrar a un hijo o una moneda perdidos.
La costumbre deja encerrada toda manifestación de alegría en lo más íntimo de la persona. La encadena al silencio. Tememos que se desbaraten nuestros sueños, nuestra seguridad, nuestra calidad de vida. Pero es hora de despertar. No se ama a fuerza de costumbre. Es necesario dar algo más, implicarse en la renovación del alma y el corazón, para hacer nuevas las cosas y expresarlo con una ternura renovada.
Para ello, es necesario el alboroto. Cómo aquel que expresa la alegría cuando encuentra la oveja perdida, o la mujer que encuentra la moneda que se le extravió. ¿Pero qué sucede cuando somos nosotros los que estamos perdidos? Sucede que nos alejamos de los seres queridos, que silenciamos nuestro amor y nuestra entrega, oscurecemos los deseos naturales y la belleza de un beso o un abrazo.
No podemos quedarnos igual, por un deseo exclusivo de costumbre y seguridad, cuando hay personas y acontecimientos que nos conducen a un cambio personal y fundante de nuestra historia. Hemos de volver a inventar la vida. La vida que se expresa con Jesucristo, quien todo lo hizo nuevo, dándonos un corazón nuevo con su Espíritu de amor.
No confundas la costumbre con la seguridad, porque luego vendrá una tormenta y no tendrás donde asirte.
Fray Alexis González de León, o.p.