Les ofrezco la letra de mi última canción para este tiempo de adviento.
Entrañas de esperanza
Se muestran con tu luz,
El Sol radiante que a las
tinieblas vence.
Tu justicia, Señor,
Como bondad se crece,
Destilando el amor
Que brota de lo eterno.
Ven esperado de las naciones.
Sé el aliento y el mar que nos abraza.
La sincera verdad que nos alcanza.
Ven delumbrante luz divina.
Bendícenos por siempre desde tu morada.
Haz crecer la paz y la esperanza
La palabra habita
Restaurando corazones.
La dignidad sufriente
Nos unge en profecía.
El amor silente
Invade el mediodía
Ven esperado de las naciones.
Sé el aliento y el mar que nos
abraza.
La sincera verdad que nos alcanza.
Ven delumbrante luz divina.
Bendícenos por siempre desde tu
morada.
Haz crecer la paz y la esperanza
Las lecturas de la liturgia de hoy, perfectamente se pueden enmarcar, como telón de fondo en una bienaventuranza: «Bienaventurados los ojos que ven lo que vosotros veis! Con la luz de la fe podemos ver los designios de Dios, pero también, la promesa cumplida en Jesús de Nazaret.
El libro de Isaías 11, 1-10, nos habla de que brotará un renuevo del tronco de Jesé. Sobre él se posará el espíritu del Señor. Habrá algo distintivo en Él: La justicia ceñirá su cintura, y la lealtad sus caderas.
Se vivivirá en la armonía de la Paz, habrá convivencia pacífica entre el lobo y el cordero. Pero la paz siempre será débil y frágil si no tomamos en cuenta lo que San Pablo VI nos dice para que la paz sea posible: Primero tiene que estar en nuestros ánimos para que luego se dé en los acontecimientos.
Vivimos tiempos difíciles para la paz, los conflictos bélicos crecen cada día, no parece que haya voluntad de diálogo y voluntad para constuir caminos de paz.
Si hay una oración que no debe estar ausente en nuestros corazones es precisamente la oración por la paz del mundo, no debemos cejar en nuestro empeño. La vida de mucha gente depende de ello.
Con la venida y presencia del mesías la promesa de armonía será el testimonio vital para nuevas generaciones. Nuestra fe debe ser un garante de ese pacer juntos como el lobo como el cordero.
Fr. Alexis González de León, o.p.