El disfrute lo vivimos asociado a momentos de diversión, y la diversión a la ingesta de alcohol o a los apetitivos sensitivos y no siempre tiene que ser de esta manera.
Existe también una disposición interior a forjar la alegría como algo espiritual. Una alegría que no es pasajera, sino que es permanente, constante y se adecúa más al sentido que le damos los cristianos.
La alegría a la que nos invita el profeta Sofonías tiene una causa: «El Señor ha revocado tu sentencia. El Señor está en medio de ti, valiente y salvador; se alegra y goza contigo, te renueva con su amor».
Es por tanto una llamada a la alegría interior, la que uno siente al ser liberado, la que uno siente con la presencia de un amigo, la alegría que renueva el amor entre hermanos.
En este Domingo de Adviento nos invita la liturgia a vivir la alegría del Señor. San Pablo a los filipenses nos lo dice sin cesar: «Alegraos en el Señor, os lo repito, alégraos». La razón es porque el Señor está cerca. La paz custiodiará vuestros corazones.
Ya en nuestra oración, hemos pasado el umbral de la expectativa de un «Ven Señor, no tardes, Ven Señor Jesús» a un «Cerca estás», sentimos tu presencia y se alegra nuestra alma. Y ha de ser así necesariamente. La vida de fe y esperanza no puede quedar sólo en la expectativa. La vida de fe y esperanza se basan y fundamentan en hechos reales. Parten de la confianza y el convencimiento de que el Señor ha venido con su presencia a nuestras vidas.
De ahí que no podamos quedarnos igual, impasibles ante este acontecimiento de salvación. Hemos de evidenciar la alegría de la fe. Hay una pregunta en el Evangelio de hoy (Lc 3, 10-18) que se repite constantemente: ¿Qué debemos hacer? La primera respuesta es el compartir lo que uno es y tiene. La segunda no exigir más de lo establecido. La tercera no extorsionéis y contentaros con la paga. Cada respuesta tiene un interlocutor concreto. Aunque valga para todos, es una respuesta adecuada a las circunstancias del oyente.
Apenas quedan ya 10 días para conmmemorar el nacimiento del Mesías, Jesús nuerstro Salvador. No puede ser una Navidad más que echarnos a la espalda, abocada exclusivamente al consumismo. La alegría que buscamos hoy tiene que ser expresada con gestos de ternura y amistad, sobre todo con quienes están viviendo en soledad. Podemos buscar en nuestro corazón la actitud y la disposición para paliar la soledad de nuestros mayores y enfermos, pero que no quede sólo en una intención. Se puede programar también el momento de la acción. La solidaridad y el amor no se viven sólo en la expontaneidad, se puede vivir en el compromiso y la exigencia qwue cada día nos proponenmos para hacer esta vida más humana y con sentido de fe.