En
ocasiones nos trabamos creyendo que se puede volver a vivir el pasado. Y no es
cierto. La vida siempre va en una sola dirección: Hacia adelante. Para atrás solo
caminamos para coger impulso, pero sigue teniendo la intención de caminar hacia
adelante.
Sin
embargo, asumimos lo que quiero llamar el complejo del cangrejo. Sucede cuando nuestra mirada se
atrofia en nuestras apreciaciones, porque creemos que la solución está en
desandar el camino, en retomar relaciones, en vencer los traumas… ¡Cuánto
pasado no resuelto!
No
tiene sentido. El pasado sólo está como orientación para el presente como esa decisión
inapelable que ya no tiene vuelta atrás. No existe vuelta de hoja que se precie o que ponga solución en nuestro presente, lo que en el pasado fuimos incapaces de
resolver.
Por
eso, es oportuna la pregunta del ¿para qué? ¿cuál es la finalidad que se persigue
cuando volvemos a nuestro pasado? Esta zamba para olvidar nos lo dice con convicción:
«No sé para qué volviste, ya ves que es mejor no hablar»
Aunque siempre
se puede hablar de algo, es cierto que no tiene sentido retrotraernos al
pasado, porque nada solucionará en la vida, tampoco los problemas del amor, ni
los sentimientos son los mismos y a la experiencia vital no le ha quedado más
remedio que cambiar. Y al cambio hay que darles cosas nuevas.
Prefiero
mirar hacia el futuro, el presente ya me lo conozco, el futuro está por
explorar. Lo miro con fe y esperanza, y sé que me aportará más alegrías que
tristezas. Sólo hay algo que permanece en mí en los tiempos que contemplo: del
pasado todo cuanto puede elegir y amar. En el presente, todo lo que vivo y
espero, y el futuro, todo lo que me queda por descubrir y experimentar de la
vida y de Dios.
Bendiciones
para todos.
Fr.
Alexis González de León, o.p.