ES DIOS QUIEN ACTIVA EN VOSOTROS EL QUERER Y EL OBRAR

06.11.2024

En la liturgia de hoy, San Pablo habla a los filipenses, invitándolos a no andar viviendo en medio de las discordias. Les propone que vivan con actitudes acordes a las de Cristo, para que sean irreprochables ante él por el amor.

Es Jesús, su Espíritu, el criterio con el que se han de guiar los discípulos. De ahí que recuerde que es Dios quien activa en vosotros el querer y el obrar. Así es, hace falta el aliento de Dios para querer y asumir el bien como una forma de vida. Para obrar el bien primero hay que asumirlo como un convencimiento. Dejarse habitar por el bien divino que inspira en nosotros la práctica constante y permanente del bien común.

San Pablo está a las puertas del martirio, y expresa su falta de temor. Al contrario, manifiesta su alegría por afrontar tan semejante honor al asemejarse a la Pasión de Cristo. Aunque habla de temor y temblor ante esa situación, porque es grande la responsabilidad que va a asumir: Asemejarse a Cristo, en la pasión y muerte. 

En el horizonte está el realizar el designio del amor de Dios. Por eso no podemos adentrarnos en litigios, controversias o discusiones. Ya hay demasiadas en la sociedad para que también nosotros andemos en los mismos asuntos. 

No podemos considerar inútiles los frutos de nuestro esfuerzo, tampoco lo han de ser las fatigas por la que pasamos. San Pablo llega a decir que si su sangre se ha de derramar, rociando el sacrificio litúrgico que es vuestra fe, permanecerá alegre y se asociará a la alegría de sus hermanos en la fe.

Jesús, por su parte, en el Evangelio de Lucas expone las condiciones del seguimiento de un discípulo suyo. En el discipulado no hay medias tintas, se ha de manifestar con entereza, con una entera responsabilidad sabiendo que hay que cargar con la cruz. La cruz no es un objeto decorativo, ni un mero patíbulo de muerte. Por encima de todo es una forma de vida: la oblación, la entrega, el sacrificio, el amor. Nada ha de importar más que el asumir la propia cruz, renunciando a sus propios bienes, a las comodidades, a todo lo que no nos permite ser libres para Dios y su proyecto de amor, en Cristo Jesús, Señor nuestro.