LVIII JORNADA DE LA PAZ                  (1 ENERO 2025)

27.12.2024

              PERDONA NUESTRAS OFENSAS.                CONCÉDENOS LA PAZ

En la LXVIII Jornada de la Paz, el papa Francisco nos recuerda que hay una humanidad doliente que pide auxilio y consuelo. No podemos permanecer dormidos e indolentes ante la desgracia que padecen muchos de nuestros hermanos, aunque ellos sean de pueblos lejanos.

San Pablo VI cuando hablaba de que la paz era posible, se situaba primero en el corazón del hombre, y decía con clara voz: «la paz primero debe existir en el ánimo para que luego exista en los acontecimientos».

Y es que, si no miramos primero a nuestro corazón, si no le damos cabida a la paz en nuestro interior, difícilmente los acontecimientos se desvelarán como deudores de esa paz del corazón.

La paz se abraza con la justicia (salmo 85, 11). Y en ese abrazo se funde inexorablemente con el sentido humano de la vida y de la existencia. La paz no tiene nada que ver con el ser justiciero o vengativo; al contrario, tiene que ver, como nos recuerda el Papa Francisco en el mensaje de este año 2025, con el perdón de las ofensas. Aunque el perdón no puede borrar la memoria de lo que hemos vivido, sí puede borrar todo sentimiento hostil que nuestro corazón albergue con respecto a mi prójimo.

Dios hiere, pero sana la herida (Job 5, 18-20). Así, aunque en nuestra memoria quede grabado el dolor padecido, podemos vivir con la garantía de que la herida ha sido curada. Ya no hace falta volver abrirla para cauterizarla. Lo que hace falta es perdón y olvido. El olvido no tiene que ver con vivir desmemoriados, más bien tiene que ser suscitado por un dejar morir, un dejar ir al sufrimiento vivido, dejar de urgar en la herida. El eterno recuerdo, o la memoria latente de cuanto ha sucedido nos impide continuar viviendo con una historia y amor renovados.

El papa Francisco nos habla de las metas de la paz. Nos recuerda que ante nosotros tenemos el reto de la vida y de la paz, y ellas serán alimentadas con grandes gestos humanos, como son la sonrisa, el abrazo y, sobre todo, alimentando la esperanza con un corazón desarmado.

No hay paz si no soy capaz de alejarme de la guerra, sin desarmarme. La esperanza no se alimenta del odio o la venganza, requiere del diálogo y la paz. Una cultura donde reine la confianza y el ser afable nos conducirá a considerar la paz, no sólo como un reto, también como una necesidad existencial.

Es hora de despertar por la piel de los que sufren que transpiran soledad. Con los brazos siempre abiertos en acogida. Hemos de despertar por la piel de los que luchan por vivir una mayor felicidad, aunque hayan perdido batallas están vivos con la dignidad por delante.

Fr. Alexis González de León, op.