Si hay algo que mantiene vivo el recuerdo de mi tierra, Tenerife, es la imposibilidad del ver el mar. Para los isleños el mar es el punto de referencia en que se manifiestan nuestros horizontes vitales. En él depositamos nuestros pensamientos, nos recogemos ante nuestras experiencias; allí se expresa toda nuestra libertad. Lo que para unos es un límite infranqueable, ya que no hay tierra que recorrer; para otros, es la posibilidad de trascender aquello que nos limita. El lugar que ocupa Dios, la vida, el amor, la alegría y la esperanza.
A pesar de todo, no vivo de nostalgias. Muchos me comentan si echo de menos mi tierra, mi familia, el calor, la temperatura o la alegría de la gente. Lo cierto es que no. Nada de eso me provoca nostalgia Sólo tengo recuerdos. Y esos recuerdos están incorporados a mi existencia como algo propio, íntimo y personal. Cuando pienso en el mar, recuerdo las veces que oré ante su inmensidad y mi pequeñez. El mar oradó mi existencia y mi intimidad. Se me encoje el alma cuando lo contemplo. Así, también, se me encoje el alma cuando en oración compruebo que Dios pone en mi camino a personas con un corazón amplio, generoso, para manifestarme su cuidado, su aliento y su consuelo. El corazón se me queda pequeño ante tanta inmensidad.
Por eso hablo en la canción que inicia este comentario de la Vida y sus cosechas. Con la enfermedad y la fragilidad a la que me ha conducido, estoy más sensible a la hora de contemplar y manifestar lo que siento desde la fe, y lo que experimento en estos momentos de plenitud. Sí, plenitud porque últimamente parece que estoy cosechando lo que un día sembré con esfuerzo y coraje. Parece que la vida vuelve a mí sin buscarlo. Me tropiezo con éxitos y con sueños ya realizados. Aunque lo viva con extrañeza, así lo siento, hay algo que Dios está comunicándome y he de saberlo identificar. La única respuesta que encuentro a mis preguntas actuales es: No soy yo, es Cristo, quien vive en mi. Aunque esté crucificado, la alegría, la paz, la felicidad y la calma que me inundan están sucediéndose día tras día en mi vida y yo lo contemplo estupefacto como María: guardando las cosas en el corazón; y me digo:Esto es porque soy conocedor de la fe en el amor que Dios ha manifestado por medio de Cristo en la cruz. Bendiciones