PRESENTACIÓN DEL LIBRO  DE FRALEXIS 19/12/2024

20.12.2024


El día 19 de diciembre de 2024, a las 18:00 horas, tuvo lugar en el Aula de Teología de San Pablo, del Convento San Gregorio y San Pablo de Valladolid la presentación del Libro de Fr. Alexis González de León, o.p., «El Diálogo como categoría teológica. Un amor que desciende, publicado por Edibesa.

En el acto hizo de moderador Fr. Salustiano Mateos Gómara, o.p. Introdujo la presentación Fr. José Antonio Solórzano Pérez. Quien hizo una amplia distinción entre diálogo de besugos y el diálogo sincero y confiado. Una amena disertación que agradó mucho a los presentes.

Fr. Alexis González de León o.p. comenzó destacando cómo era la comprensión del diálogo en Pablo VI, a quien ha tenido como referencia necesaria para la elaboración de este libro.


Junto a Pablo VI, Alexis afirma que el diálogo tiene su origen en Dios, hemos de regresar al campo teológico de donde nunca debiera haberse desprendido la significación del diálogo. Según el papa, el diálogo de la salvación fue abierto espontáneamente por iniciativa divina: Él nos amó primero; nos corresponderá a nosotros tomar ahora la iniciativa para extender a los hombres el mismo diálogo, sin esperar a ser llamados.


Fr. Alexis nos relata que el papa Pablo VI decía que el diálogo tenía que partir de la afabilidad y de la confianza: «Pienso que ambas son un reto. Personalmente los retos que se me han presentado en la vida me han llenado cada vez más de un coraje por vivir y superar cada adversidad».

En un gesto de valentía e íntimo Fr. Alexis comparte que una de las cosas que más he valorado en la vida es la lealtad. Si hay algo que mate a la lealtad, es la traición de cuanto se ha compartido en la intimidad. Lo íntimo se transforma en público. Lo público aquí es la perversión de la lealtad. Lo íntimo queda prostituido por el azar de lo público. Es necesario tener confianza con alguien, diría que es vital para la vida y la esperanza, pero cuando la lealtad es herida por la traición, resulta un ataque mortal a toda posibilidad de diálogo. Será necesario primero sanar las heridas para restablecer el diálogo.

La confianza es la que promueve todo diálogo, la lealtad lo preserva de toda prostitución y banalización de lo íntimo. El diálogo requiere que ese espacio íntimo se resguarde de toda contaminación

Es entonces cuando en un gesto de confianza, Fr. Alexis nos comparte su vida, su esperanza, su ilusión y cómo se forjó su coraje para superar las adversidades de la vida y de su enfermedad.

En el acto estuvo presente personas cercanas a Fr. Alexis, la comunidad de frailes del Convento San Gregorio y San Pablo de Valladolid, así como el Arzobispo de Valladolid y Presidente de la Conferencia Episcopal D. Luis Javier Argüello García

Fr. Alexis González de León, o.p.

PRESENTACIÓN FR. ALEXIS


Déjenme esta tarde ser un poco extenso.

Quizá no tenga otra ocasión mejor para serlo.


* * *

No voy a desvelar el contenido del libro. Su título, su presentación, su introducción y contenido nos situarán en la dirección adecuada para comprender lo importante que ha de ser la «categoría del diálogo» en teología, donde considero que es la disciplina más originaria que podamos encontrar para desarrollar una amplia comprensión del diálogo.


Con esto quiero decir, junto a Pablo VI, que el diálogo tiene su origen en Dios, hemos de regresar al campo teológico de donde nunca debiera haberse desprendido la significación del diálogo. Según el papa, el diálogo de la salvación fue abierto espontáneamente por iniciativa divina: Él nos amó primero; nos corresponderá a nosotros tomar ahora la iniciativa para extender a los hombres el mismo diálogo, sin esperar a ser llamados


El diálogo de la salvación no obligó físicamente a ninguno a acogerlo; fue un requerimiento interno de amor, exento de toda coacción y que constituía una tremenda responsabilidad en aquellos a quienes se dirigió, les dejó, sin embargo, libres para acogerlo o rechazarlo.


Nuestra misión, aunque es anuncio de verdad indiscutible y de salvación indispensable, solamente se presenta por los caminos de la educación humana, de la persuasión interior, de la conversación ordinaria, así ofrecerá su don de salvación respetando siempre la libertad humana.


El Papa Pablo VI fue en su totalidad una vida dedicada al diálogo. La caridad vivida interiormente sale de su fuente para poder llegar al exterior, para comunicarse y entregarse al mundo exterior. Esto debe convertirse cada vez más en la vida misma de la Iglesia: entregarse a aquel con quien se comparte la existencia para comunicar la vida, la caridad que la habita y la renueva.


Pablo VI, alude en el diálogo de la salvación a sus grados de desarrollo, por eso tiene en cuenta la lentitud de la maduración psicológica e histórica y la espera en la que Dios la haga eficaz. No por eso nuestro diálogo diferirá a mañana lo que pueda hacer hoy; debe tener el ansia de la hora oportuna y el sentido del valor del tiempo. Hoy, cada día, debe volver a empezar.


Voy a optar por el subtítulo del libro: «Un amor que desciende» ¿por qué Dios quiere habitar con nosotros? ¿por qué establecer su morada en nosotros? La respuesta está muchas veces en nuestra misma historia personal. Sin conocerla es difícil comprender la relación dialógica que uno haya podido tener o haya buscado a lo largo de la vida.


El papa Pablo VI, decía que el diálogo tenía que partir de la afabilidad y de la confianza. Pienso que ambas son un reto. Personalmente los retos que se me han presentado en la vida me han llenado cada vez más de un coraje por vivir y superar cada adversidad.


El vivir en el seno de una familia pobre, envuelta en un dinamismo de violencia doméstica es el motivo más íntimo por el cual he querido buscar en mi vida una posibilidad para dialogar. Sobre todo, conmigo mismo. Era el diálogo interior y orante al que siempre me dirigía cuando lo que se vivía en el seno familiar era tensión, violencia o desencanto. La oración me daba calma y procuraba una idea cuerda para afrontar la vida con otro talante. El egoísmo no podía tener la última palabra.


El diálogo es como el amor y la paz, no se pueden imponer a fuerza de golpes. Los golpes son contrarios a esas virtudes humano-divinas que tanto necesitamos para nuestro desarrollo personal y espiritual. Requiere un sacrificio, un saber ponerse en la piel del otro, calzar sus zapatos y elevar la mirada hacia el horizonte de la verdad y hacer posible un encuentro veraz.


Fueron los gestos de bondad y de caridad de mi párroco don Eusebio los que me inclinaron a la búsqueda de Dios. Pasaba las tardes enteras en su casa, me daba de merendar y le acompañaba a la parroquia donde le ayudaba como monaguillo. Se fijó en mí, porque fui el único que no desapareció después de haber hecho la primera comunión, ni tampoco después de la confirmación.


Todas las tardes se sentaba en el armónium tocando canciones que me hacía aprender, una vez que descubrió mi voz y el oído que tenía para la música. Eran momentos sagrados que nunca dejamos de realizar hasta que se jubiló de párroco. Entonces, yo continuaba mis visitas en su casa, pero los momentos musicales tuvimos que sacrificarlos. Era ya mayor y sus males de párkinson le pasaban factura.


En una ocasión me ofreció un libro, era la vida de Santo Domingo de Guzmán. Lo tenía reservado en una parte de su mesa para que, cuando yo llegase del colegio, me sentara a leerlo. Cada día leía un poco del libro. No era muy extenso, pero me gustó tanto, que me atreví a pedírselo como regalo. Volví a casa feliz con mi nuevo libro. Don Eusebio no era una persona que se sentara a dialogar mucho conmigo. En ocasiones me orientaba en mis modos de comportamiento, pero me dejaba espacio para que tuviera mis momentos íntimos de oración. En esos momentos siempre me venía a la mente la situación familiar. Pedía por mis hermanos y mi madre, para que tuviéramos una vida más digna y la pudiéramos vivir en calma.


Una de las virtudes que siempre he ejercitado en mi interior es la serenidad y la calma. Siempre me han prevenido ante situaciones similares a las ya contadas. No es fácil llenarse de ellas, pero tampoco es imposible. Requiere algo de silencio, dejar a un lado necesidades primarias y ofrecer el espíritu a Dios. Es una de las formas con que he escuchado a mi madre cuando establecía un vínculo de confianza para contarme lo sucedido en casa. En no pocas ocasiones, he pensado que he debido ser la madre de mi madre, su apoyo y consuelo.


Mis hermanos quizá recriminen a mi madre tanta dependencia, el no haber trabajado y ser independiente y el haber vivido instalada en el miedo. Y cuando se trata del temor, no siempre se acierta con la palabra adecuada. Ella, defendió a sus cachorros como una leona fiel a su camada, aunque eso le valiera tener que interponer su cuerpo para que los golpes no fueran a sus hijos.
Por otro lado, una de las cosas que más he valorado en la vida es la lealtad. Si hay algo que mate a la lealtad, es la traición de cuanto se ha compartido en la intimidad. Lo íntimo se transforma en público. Lo público aquí es la perversión de la lealtad. Lo íntimo queda prostituido por el azar de lo público. Es necesario tener confianza con alguien, diría que es vital para la vida y la esperanza, pero cuando la lealtad es herida por la traición, resulta un ataque mortal a toda posibilidad de diálogo. Será necesario primero sanar las heridas para restablecer el diálogo.


La confianza es la que promueve todo diálogo, la lealtad lo preserva de toda prostitución y banalización de lo íntimo. El diálogo requiere que ese espacio íntimo se resguarde de toda contaminación.


Recuerdo, siendo un joven fraile estudiante, que el ambiente era jovial y de confianza con los compañeros. Sin embargo, se transgredía el ámbito de la lealtad. Se sacrificaba la lealtad en nombre de una fraternidad, a mi parecer, mal entendida. De ahí que en mi vida han crecido dos razones fundamentales para moverme en la existencia. Una es el respeto por quien eres, por quien es el otro, y otra, el respeto por cuanto se me ha confiado y desvelado en la intimidad del ser.
Para que el diálogo se desarrolle en óptimas condiciones ha de tener presente esas dos formas de respeto. Cuando alguien te comparte lo que le sucede y vive, no puede darse la transgresión de la lealtad. Lo compartido se ha de asumir con respeto y el silencio es el mejor guardián del respeto debido hacia el interlocutor.


Una dimensión del diálogo a tener en cuenta, es el convencimiento con el que hemos de partir al emprender esta aventura dialógica:


La palabra tiene una fuerza más veraz que la dominación. La palabra tiene una dimensión de coraje, de valentía, llega hasta los lugares más inexplorados: el corazón del hombre henchido de poder.
En el fondo, el dominador o maltratador es un cobarde, teme a la palabra, a que le confrontes con la verdad, huye de cuanto se pueda hablar o decir. El maltratador es un egocéntrico egoísta y narcisista que sólo quiere ver que él es el centro de todo, el necesitado, el alabado, el llorado y el velado en el entierro. Es encantador con la gente que está fuera de su entorno a la que pretende inocular su veneno mortal, pero en la intimidad y en la confianza es un completo dictador, soberbio e ingrato. La gente no podrá creer que esa persona tan encantadora y jovial no sea de la misma manera con su familia y sus hijos.


Dediquemos unas palabras sobre "un amor que desciende". Cuando maduré este título pensaba obviamente en Dios. Ese Dios Amor, que nos invita al diálogo eterno con él. Y que espera una respuesta de amor de adhesión libre a su proyecto salvífico por parte del hombre.
No soy un hombre de alta teología, pero sí intento profundizar en cuanto me rodea. Soy como los cachalotes, que pueden estar largo tiempo nadando bajo el mar y, por un rato, salen a la superficie para oxigenarse.


Para hablar de un Dios que desciende hemos de situar a Jesucristo como criterio de referencia. Su actitud en los diálogos siempre tenía una finalidad: dignificar a su interlocutor. Nunca vencerlo, sí persuadirlo con la verdad de Dios y de la vida.


Viendo la vida y las acciones de Jesús de Nazaret, podemos concluir que Jesús es el referente del diálogo evangelizador.


Dios se ha dado a conocer, de manera definitiva, en Jesucristo. En él se concentra la divinidad y la humanidad. En Él tiene lugar un verdadero encuentro. Por eso, la comunidad cristiana da una singular importancia a esa comunicación entre Dios y el hombre que ha tenido lugar en Cristo.


La comunicación verbal de Jesús tiene un carácter dialogal, el cual está reflejado especialmente en el Evangelio de Juan. Toda la predicación de Jesús es directa, personal y dialógica. Con motivo de algún encuentro o acontecimiento, Jesús establece un discurso en forma de diálogo con los presentes. El diálogo es unas veces suave o fluido; otras, tenso y polémico. Modélicos son los diálogos de Jesús con Nicodemo, con la samaritana, con distintos interlocutores después de la curación del ciego de nacimiento, con los discípulos en la última cena y en la despedida.


El amor que desciende es el que es capaz de abajarse, de situarse en un mismo nivel, en un mismo plano de igualdad con el interlocutor. No hay vencedores, ni vencidos. Sólo un nosotros donde tenga lugar el encuentro básico: Un diálogo en el que se descubre el mismo amor por la verdad, la justicia y la paz.


Una de las razones por los que realicé esta labor de investigación era el intento de situarme fuera de la enfermedad que estoy padeciendo. No quería ser dominado por ella. Este libro es fruto de ese logro. No podía permitir que mi vida sólo fuera un calvario duro y largo a modo de un rosario o unas letanías exclusivamente centradas en las visitas a los especialistas o al hospital. Mi vida debía tener otro sentido, otra orientación que la mera enfermedad y cuidados.


Pero este logro no es exclusivamente mío, es de los frailes de esta comunidad San Gregorio y San Pablo en Valladolid, que me permitieron medios y tiempo para poder realizar la Tesis Doctoral. El contenido de este libro es su tercera parte.


También lo es de los sanitarios que me han atendido en estos 8 años de enfermedad. Su buen hacer, su cariño y amistad (¡los tengo en gran estima!). Ruego a Dios que los cuide junto a sus familias y los bendiga siempre.


No podría terminar sin dedicar unas palabras a mi madre, el coraje y la fuerza que muestro en muchas de las ocasiones en que me habéis visto frágil es gracias a su buen hacer como madre, a su lucha constante y al sentido de dignidad que me ha transmitido siempre. Al final, los más fuertes y enteros son los que parecen que tienen perdida la partida.


Hace cuatro años, escribí una pequeña reflexión para la revista Cultura Religiosa titulada: «Hacia un despertar de la vida y de la fe». Comenzaba con las palabras de Oliver Sacks, el autor de «Despertares», un neurólogo británico que trató durante toda su vida de comprender mejor la conciencia humana, con ellas se despedía del mundo diciendo:


No puedo fingir que no tengo miedo. Pero el sentimiento que predomina en mí es la gratitud.
La gratitud es lo que uno siente cuando ha sido cuidado con ternura, siendo niño, en la enfermedad o en la tribulación y parece que también existe gratitud por la vida cumplida. El final de nuestros días se puede percibir con gratitud. La gratitud es lo que hemos de profundizar una vez salidos de lo que nos confina en esta vida, en nuestros temores.


En torno al año 1998 encontré una película dedicada a Sudáfrica en un videoclub. El título me pareció sugerente: «Llanto por mi tierra amada» de Alan Paton; antes había sido una novela del mismo autor. La belleza de la tierra de Sudáfrica llena toda la novela y se convierte en una de sus principales protagonistas. Ambientada en los años previos a la instauración del Aparheid, el autor nos narra el destino de dos padres, un pastor negro anglicano y un terrateniente blanco, que se cruzan a causa de un trágico suceso. El anciano Kumalo se ve empujado a dejar su iglesia local en las colinas para adentrarse en la confusa y tensa Johanesburgo de finales de los años 1940 en busca de su hijo Absalom.


Un relato que llega directamente al corazón y que inspira una fe renovada en la dignidad del hombre. Un auténtico clásico, apasionadamente africano, intemporal y universal y, sobre todo, una historia sobre la abnegación de un padre. Esta obra hizo comprender que el Aparheid no era simplemente una ignominia abstracta, sino una distorsión de las relaciones humanas, del propio espíritu humano.
Mientras visiono la película, observo que cerca del final hay un diálogo interior que nos sitúa en un despertar religioso:


Hay mucho miedo en esta tierra y miedo en los corazones que viven en ella. Y el miedo pone fin al entendimiento y a la necesidad de comprender. ¿Cómo conseguiremos hacer algo en este país cuando hay miedo en los corazones?
El hombre pondrá cerrojos en sus puertas y hasta un fiero perro guardián. Pero la belleza de los árboles y las estrellas es algo que no podrán quitarnos …
Llora por mi tierra amada, por el niño que va a nacer, que será el heredero de nuestro miedo. No le dejes amar la tierra incesantemente. No le dejes emocionarse demasiado cuando los pájaros de su tierra estén cantando. No le dejes entregar totalmente su corazón a una montaña o a un valle, porque el miedo le quitará todo, si da demasiado…
¿Quién sabe por qué vivimos, luchamos o morimos? ¿Quién sabe lo que nos mantiene vivos y luchando mientras las cosas se quiebran a nuestro alrededor? ¿Quién sabe por qué la carne sólida de un recién nacido es el mejor consuelo cuando nuestro propio hijo está perdido y no puede ser recuperado?
Los hombres sabios escriben libros con palabras muy difíciles de comprender, pero el objeto de nuestras vidas, el fin de todas nuestras luchas está más allá de la sabiduría humana.


Me pregunto si no será Dios el fin de nuestras luchas.


Es hora de despertar a la vida con Dios, hora de aceptar esa vida y amor que desciende, de curar heridas y depurar prejuicios, es hora de plantearse una nueva mirada a la vida y del mundo que incluya los valores de Dios y su mensaje de ternura y misericordia. Es hora de religarme a ese Dios que desciende y me brinda un amor eterno…


Termino citando una canción de Ana Belén y Víctor Manuel en el disco Peces de Ciudad -yo la teologizo, claro- que dice así:


Sé que existo si me nombras tú,
sé que alumbro si me das tu luz,
que si esperas llegaré puntual,
si no llegas yo te espero igual.
Que por tu piel me pongo a caminar
en cada despertar.
Que si pides doy, si me llamas voy.
Trenzas mi voluntad.


Gracias por acompañarme en este día y espero que el libro les enseñe las entrañas humanas y divinas de cómo aprender a dialogar.