TOCAR LA ESPERANZA

10.02.2025

El Evangelio Marcos 6, 53-56 nos habla de la gente al enterarse de la presencia de Jesús en el pueblo, se agolpaban en las plazas, para que Jesús los curara. Un pequeño gesto será suficiente: dejar tocar una pequeña orla de su manto.

Mucha gente, en la vivencia de su proceso de enfermedad, se sienten abrumados por las dolencias, por el cansancio, por la desazón que provoca la fragilidad. Con ese sentimiento viven y esperan una acción milagrosa. Algo o Alguien que los lleve a la conciencia de la salud.

Se le da mucha importancia al tocar. De alguna manera es en el tocar con lo que sentimos la cercanía y el calor humanos. Lo entrañable de un beso, la mano amiga tendida para acoger, el dar un abrazo para fortalecer y vencer el desaliento.

No cabe duda que en tocar la vida se reconstruye, se libera, se quiere, y se reconcilia. Todas ellas acciones milagrosas que dan aliento al decaído.

Pero el tacto no es nada sin una palabra de aliento, de verdad, de consuelo, de reconciliación o de paz. Porque los hombres estamos hechos de pequeños relatos. Somos los trazos humanos de los relatos divinos. La trama siempre la misma: que Dios venga a nosotros con su acción salvadora.

Es por la palabra de Dios, la que Dios pronunció en la eternidad, la que hizo posible la creación, la vida del hombre. Es por la palabra divina la que se pronunció para atraer a los hombres a Dios. Es por la palabra de Cristo cómo se expresó el mayor signo de reconciliación y amor por parte de Dios.

Hay una acepción en el Diccionario sobre la palabra tocar que me resulta interesante. Tocar significa también estimular e inspirar. Buscar el estímulo de vivir o la inspiración para dar nuestros pasos. Decimos que tal canción, o tal persona nos ha tocado el alma. Este es el sentido que adquiere el estimular e inspirar.

Recordando el Evangelio, Cristo era el estímulo y la inspiración para que aquellos hombres y mujeres se sintieran salvados y curados. No es poco, tan sólo su presencia era ya una manera de tocar lo divino.

Fr. Alexis González de León o.p.